Ya lo sabemos, pero aún así impacta que te lo digan, abiertamente.
Es verdad, yo siempre quise ser mamá, es decir no siempre, sino desde que tenía 20.
Cuando tenía 20 años tomaba pastillas anticonceptivas, ya tenía tiempo usándolas, nunca me causaron ninguna molestia perceptible, irritabilidad, aumento de peso. acné, nada. Pero recuerdo el día, en que estaba allí, en el baño de mi casa-hobbit de la colonia Mixcoac, llegué a la conclusión de que quería ser madre, que ese era mi proyecto de vida. Antes de ese momento habría dicho que no quería tener hijos, que tenía otros planes, como hacer teatro. Pero a partir de ese momento me di cuenta de que eso quería y debía prepararme para ello. Una de las medidas que tomé fue la de dejar las pastillas anticonceptivas para siempre y sólo usar el condón que de por si usaba para evitar ETS, también dejar de usar tampones, no tenía evidencia científica que me respaldara, pero simplemente sentí que esas dos cosas iban en contra de mi salud en vías de convertirme en madre. También busqué una relación estable y duradera con un hombre que mostrara disposición a quedarse conmigo, formalizar y tener hijos al menos eventualmente. Estuve al menos en dos relaciones que pintaban bien en ese sentido, pero que luego se terminaron, mis compañeros cambiaron de opinión sobre lo de formalizar y tener hijos, éramos muy jóvenes, yo me sentía completamente lista, pero ellos imagino que no lo estaban, ahora, 10 años después al menos uno de ellos sí formó una familia y espera un hijo. Pero yo no sentí que tuviera tanto tiempo, no quería ser una mamá treintona, sino veintiañera. Me costó trabajo encontrar quien quisiera tener un hijo conmigo, que dijera sí, y éste luego cambió de opinión cuando yo ya estaba embarazada y se fue.
Pero como sea que sean las cosas, yo tengo claro que tengo una responsabilidad, que tengo que cuidar a mi hijo y educarlo, que si traje un ser al mundo debo respetarlo, amarlo y ofrecerle la mejor oportunidad de vida de la que disponga, aún a costa de mi propia comodidad, salud, disfrute, etc. Es mi obligación, y en este caso debo asumirla sola, así como lo hacen millones de mujeres en todo el mundo y específicamente en este país, donde la maternidad nos cuesta una parte de nosotras mismas, aunque no esté bien y aunque las leyes pretendan proteger a los niños o a nosotras. Es evidente que una jefa de familia se enfrenta a adversidades.
Y una de las partes de nuestra vida que muchas veces hay que sacrificar, es la posibilidad de tener una vida sexual y de pareja plena. Pero eso no quiere decir que no lo anhelemos. Desde que tuve mi hijo descubrí algunas de mis pasiones, como la partería, la educación temprana, la pedagogía, pero también la música, y sigo siendo, en ratitos robados, una ávida lectora y cinéfila.
Sigo siendo yo, aunque me puedan decir que aburro sólo hablando de maternidad y que ya no soy atractiva por ese hecho, yo sólo quiero ser responsable, y haré lo que sea necesario para asegurarle a mi hijo las mejores oportunidades de vida.