sábado, abril 30, 2016
Día del niño
A pesar de mi falta de energía y sombrío estado de ánimo, decidí hacer un esfuerzo y hacer cosas lindas con mi hermoso hijo que va dejando de ser niño.
Fuimos a desayunar al cafecito de la casa y luego a ver un bonita obra de teatro. Luego lo llevé al cine a ver una de grandes, de los hermanos Coen, y regresamos temprano, el se quedó dormido y yo me puse manos a la obra con el teatrino.
jueves, abril 14, 2016
Estos días
La última montaña rusa ha estado ruda, yo que ya no me estaba dejando zarandear ni siquiera por los dolores del corazón, pero debo decir que apenas si me mantengo en pie, se pregunta uno si todo esto vale la pena.
No lo dije tal cual, pero mi corazón se rompió muy dolorosamente poco después de haber encontrado lo que pintaba ser la tan esperada felicidad con tranquilidad y respeto. Toqué fondo, tuve que echar mano de los recursos más inesperados para salir a flote, incluso me permití ser algo mística (algo que desdeñado o de lo que huído siempre), me interné en un proceso de terapia y seguí todas las indicaciones, hasta corrí un poco, si, como deporte. No me queda claro si me hice más fuerte, al menos adquirí capacidad para fingirlo, un poco más de control sobre esas lágrimas que asomaban involuntarias antes y que causaban escarnio.
Estoy tratando de vivir de otras maneras, de abrirme a nuevas posibilidades, de dar menos de mi misma, especialmente cuando no hay motivo para dar, no hay reciprocidad.
He podido estar más sana, sin ansiedad incontrolable, sin llanto incontrolable, sin malhumor incontrolable.
Pero las últimas semanas han podido más que yo, y claro, no es casualidad, que coincidan con la entrada de los calores. Mi teoría médica es que mi problema de tiroides se presenta en el clima cálido, pero se desactiva con el frío. Así que además de las dificultades recientes estoy más cansada, y engordo sin parar a pesar de comer poco, en cinco horarios y saludable, lo que tiene gran repercusión en mi amor propio.
Trataré de animarme a hacerme análisis aunque presento mucha resistencia a rendirme a un tratamiento médico con variados efectos secundarios.
Durante la última semana antes de las vacaciones de semana santa mi hijo ingresó a la escuela pública. La razón principal para volver a intentarlo es que pudiera hacer examen de admisión en una de las escuelas profesionales de música del país ya que desea seguir ese camino y estar inscrito es un requisito administrativo, pero estoy empezando a dudar que valga la pena. Las madrugadas y tareas absurdas interminables además de las miles de vueltas burocráticas a las que me someten la mitad de las mañanas y el hecho de que lo hayan colocado en dos grados inferiores al que le corresponden más la evidencia de las corrupción institucional nos están agotando a ambos, con todo y que pueda admitir que hay cosas positivas en el proceso. Mientras, su avance musical se está viendo terriblemente afectado por la falta de tiempo ya que tiene que cumplir con mil tareas absurdas. Y, aún más grave, su tiempo de juego y descanso se redujeron dramáticamente.
Pero quienes me critican agradecen hasta a Dios porque haya ingresado a una institución.
Quisiera cerrar con algo inspirador, pero mi cabeza no funciona más, estoy cansada, soy un zombi.
No lo dije tal cual, pero mi corazón se rompió muy dolorosamente poco después de haber encontrado lo que pintaba ser la tan esperada felicidad con tranquilidad y respeto. Toqué fondo, tuve que echar mano de los recursos más inesperados para salir a flote, incluso me permití ser algo mística (algo que desdeñado o de lo que huído siempre), me interné en un proceso de terapia y seguí todas las indicaciones, hasta corrí un poco, si, como deporte. No me queda claro si me hice más fuerte, al menos adquirí capacidad para fingirlo, un poco más de control sobre esas lágrimas que asomaban involuntarias antes y que causaban escarnio.
Estoy tratando de vivir de otras maneras, de abrirme a nuevas posibilidades, de dar menos de mi misma, especialmente cuando no hay motivo para dar, no hay reciprocidad.
He podido estar más sana, sin ansiedad incontrolable, sin llanto incontrolable, sin malhumor incontrolable.
Pero las últimas semanas han podido más que yo, y claro, no es casualidad, que coincidan con la entrada de los calores. Mi teoría médica es que mi problema de tiroides se presenta en el clima cálido, pero se desactiva con el frío. Así que además de las dificultades recientes estoy más cansada, y engordo sin parar a pesar de comer poco, en cinco horarios y saludable, lo que tiene gran repercusión en mi amor propio.
Trataré de animarme a hacerme análisis aunque presento mucha resistencia a rendirme a un tratamiento médico con variados efectos secundarios.
Durante la última semana antes de las vacaciones de semana santa mi hijo ingresó a la escuela pública. La razón principal para volver a intentarlo es que pudiera hacer examen de admisión en una de las escuelas profesionales de música del país ya que desea seguir ese camino y estar inscrito es un requisito administrativo, pero estoy empezando a dudar que valga la pena. Las madrugadas y tareas absurdas interminables además de las miles de vueltas burocráticas a las que me someten la mitad de las mañanas y el hecho de que lo hayan colocado en dos grados inferiores al que le corresponden más la evidencia de las corrupción institucional nos están agotando a ambos, con todo y que pueda admitir que hay cosas positivas en el proceso. Mientras, su avance musical se está viendo terriblemente afectado por la falta de tiempo ya que tiene que cumplir con mil tareas absurdas. Y, aún más grave, su tiempo de juego y descanso se redujeron dramáticamente.
Pero quienes me critican agradecen hasta a Dios porque haya ingresado a una institución.
Quisiera cerrar con algo inspirador, pero mi cabeza no funciona más, estoy cansada, soy un zombi.
lunes, abril 11, 2016
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