Mi nombres es Náhuatl y he estado los últimos 6 años en una relación de violencia. He sido capaz de percibirlo por algún tiempo y aún así he caído una y otra vez en el ciclo de esta relación.
Aunque nunca estuvo en peligro mi integridad física el daño psicológico es de gran importancia y aún me siento insegura, asustada y triste.
Mi agresor insistió en que yo tenía una dinámica de sufrimiento y denigración propia y que soy incapaz de ser diferente. Esta idea me persigue y me debilita.
A ratos me trataba bien y a ratos me trataba mal, a ratos aceptaba sus limitaciones y a ratos las negaba, continuamente se reía de mis intenciones de poner límites.
Veo que hay todo un mecanismo en acción en el que nunca podría ganar, y me siento mal, no me siento adicta a sentirme mal, me siento adicta a los momentos en que me hacía sentir bien, cuando me reafirmaba, me apoyaba, me reconocía como especial y única y prometía tener una relación de pareja conmigo cuando en realidad eso ocurría con otras personas, como salir de noche o ir al cine.
Es muy difícil, quiero dejar este círculo desagradable.
Lo último que me dejó fue el zarpazo de que que soy patética y de que estoy haciéndole daño a mi hijo, tendré que recuperarme de ello.
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