Ahora que tengo un hijo adolescente, reflexiono sobre mi propia adolescencia.
Mi infancia ha sido borrada, parcialmente por el trauma que viví; tengo en blanco los años inmediatamente posteriores a la separación de mis padres, sólo recuerdo tener la certeza de que mi padre había muerto cuando me dijeron que no lo vería más, tendría 8 años.
Durante mi adolescencia sufrí de negligencia, hubo varios días en los que no probé bocado. Recuerdo los dolores de cabeza de hambre y las porras internas que me daba yo misma por poder manejarlo bien, convertir el hambre en otra sensación.
Viví al menos 12 años en una relación de abuso y maltrato, es complicado sanar de eso, pero más que nada puedo apreciar que mi neurodivergencia no me permitía tener las herramientas apropiadas para enfrentar las situaciones de abuso, cómo mi mente es rígida y limitada, no se me ocurría que las cosas pudieran ser de manera distinta, no tenía a quien acudir, fui fácilmente aislada.
Ojalá alguien me hubiera protegido.
Trato de darlo todo en la maternidad, parte de las secuelas de la relación violenta es el horrible dolor de tener que afrontar acusaciones de maltratadora, abuso de poder, etc. No tengo marco teórico, mi cerebro no tiene esas partes, no conozco la vida, en cierta forma.
Mi compañero actual me ha ayudado a dar brincos en mi comprensión del mundo y mi autopercepción.
Es un regalo, y aún así alguien debió de haberme protegido, al menos cuando era una menor de edad.
1 comentario:
Gracias por sus valiosos conocimientos
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