Siento que hablo poco de mi pasión violinística porque me pone nerviosa. Me imagino como la niña del recreo, mientras todos me apuntan con el dedo y se burlan de lo rídicula que soy, por querer tocar a esta edad.
Pero la pura verdad es que me encanta, y el hecho de que nadie tenga ninguna espectativa sobre mi en esa área resulta relajante.
Cuando voy a tocar, especialmente en frente de un público, siento que el corazón se me va a salir del pecho, y lágrimas van salir a chorros. No son nervios escénicos de miedo a equivocarme (aunque eso también esté presente), sino más bien una intensísima emoción por el hecho de poder estar ahí, no me lo puedo creer, no quepo en mi misma.
Como todos los semestres desde hace un par de años, me encargué de tomar la fotografías para la presentación, pues se van proyectando en una pantalla mientras ocurre el recital, que ya pronto será.
Para quienes vivan en tierras ticas abro la invitación cordial, pues este será, quizá, mi último recital en mucho tiempo.
Yo misma diseñé el cartel que, me parece, no quedó mal.
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