Hace algunos meses llevé a cabo una medición que resultó muy reveladora.
Me sentía frustrada porque nunca tenía tiempo para estudiar mi instrumento. Yo sabía desde que quise ingresar a la escuela de música que sería una carga de trabajo difícil, considerando que me haga cargo de mi hijo de manera exclusiva. En mi caso eso quieres decir que no tengo la ayuda de nadie ya que soy madre soltera. Además hago escuela en casa y eso implica que estoy con mi hijo todo el tiempo. Vivimos en un departamento con una sola habitación y para llegar al baño hay que pasar por la habitación, así que no tengo intimidad nunca.
Sentía que no me daba el tiempo, que no alcanzaba a hacer lo mínimo y que era porque yo era floja o no organizaba bien mi tiempo. Hasta que empecé a tomar nota de cada vez que entraba ala cocina y cada vez que salía, como si checara tarjeta, entonces descubrí el hilo negro. Después de algunas semanas fue claro que todos los días, incluidos fines de semana, yo pasaba de 6 a 8 horas diarias en la cocina, sólo en la cocina, si sumamos las 3 a 4 horas que paso al día en mi escuela y las 2 a 4 horas que pasa mi hijo en la escuela de música en las tardes y las 3 horas de transporte para ir y venir de las escuelas, más el lavado de ropa, doblado de ropa, limpieza de hogar, oraganización del hogar, escuela en casa, sacar la basura, ir a pagar la cuentas, ir a comprar los alimentos, hacer tarea, las al menos 8 horas que necesito pasar durmiendo al día y practicar un instrumento al menos media hora al día; algo no cuadra. Todo esto tiene que ver con la invisibilización del trabajo de la mujer y nuestro poder máximo de eficientización del tiempo. No sólo el trabajo femenino no se considera trabajo sino que además nos hemos visto obligadas a ser capaces de hacer varias tareas a la vez porque de otra manera nunca cumpliríamos con los objetivos previstos, y aún seríamos burladas porque seguro nos las pasamos viendo las novelas en nuestra casa en piyama.
Mientras por un lado nuestro cerebro esta terriblemente ocupado administrando bienes y recordando todo tiempo de fechas relevantes, es decir por un lado tenemos que saber qué cosas están el refrigerador, cuando se compraron y cuanto tiempo se mantendrán comestibles antes de echarse a perder, saber que cosas faltan en la casa, desde jabón y papel higiénico, hasta reparar una chapa o comprar los útiles extraordinarios que pidieron en la escuela para el día de la bandera y por otro lado recordar que ya se cumplieron seis meses de la última visita del ortopedista y que viene el cumpleaños de fulano, o que hay que hacer el pago de tal servicio que corta en cierto día del mes; todo esto profundamente agotador y todo nuestra responsabilidad, pero a la vez infinitamente aburrido, nada que haga que nuestras mentes sean más brillantes o que nuestras aportaciones sean consideradas valiosas, perfectamente podríamos pasar un año entero sin un sólo error en nuestras tareas y nadie nos propondría para el Nobel.
Nuestra atención está siendo estirada en mil direcciones al mismo tiempo todo el tiempo y las demandas son constantes, inminentes o hasta urgentes que nuestra capacidad de concentrarnos queda destrozada, pero además todo es cíclico e infinito, repetitivo e insignificante pero imprescindible; no podemos dejar de lavar los platos o la ropa o llevar al niño a la escuela, pero nadie lo considera un logro, y nunca acaba, sólo vuelve a empezar.
Pero todo este trabajo está al centro de todo el funcionamiento de nuestra sociedad, sin todo este trabajo invisible de limpieza, cocina, crianza, administración del hogar, nada podría funcionar. Por eso no puede ser un tema secundario o siquiera paralelo a la lucha de la revindicación del trabajo, o de terminar con la explotación laboral, si no podemos primero reconocer que es trabajo, no podemos dar un paso hacia ningún lugar que pretenda proveer de igualdad y dignidad a los seres humanos. Y en esta situación de desventaja, mayor o menor agravada por otros factores, están más del 50% de lo seres humanos del mundo, así que esta lucha es la primera.
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