No sé. Porque así pasó.
Me gusta mucho lo que hago, podría escribir mucho sobre las diferentes técnicas y materiales que diseño para mis alumnos, siento empatía real por todos mis alumnos y me preocupan genuinamente. Me gusta mucho la enseñanza de la música y creo que el trabajo que hacemos con ellos es relevante para su desarrollo integral. Pero no es esto lo que soñé hacer cuando era niña o joven, ni tengo claro que será lo que haré el resto de mi vida.
Estoy mayor, pronto tendré 40, es aterrador, porque empieza una a hacer balances y tratar de ver que cosas importantes ha hecho, qué aportes, qué logros. No sé. Si sé.
Soy maestra de música porque es la única actividad profesional que he podido desempeñar al mismo tiempo que ser madre. Yo si tenía aspiraciones cuando tenía 4, 15, 18, 24 años. Incluso después de había nacido mi hijo y sentí que mi misión era acompañar mujeres en el parto, cuando estudié para educadora prenatal. Sin embargo no, no he seguido mis pasiones por escribir, por ser bailarina, por actuar, más bien he seguido lo que se me ha presentado, he hecho cualquier actividad que se me presentara que me permitiera seguir cuidando y criando a mi hijo y al mismo tiempo hacer escuela en casa sin la ayuda real de nadie. Es decir, he recibido apoyo económico y participación esporádica de algunas personas, pero nunca nada que me permitiera a mi asumir compromisos profesionales serios que pudieran permitirme algún tipo de desarrollo.
Es así, estoy agradecida y me gusta hacer lo que hago, me empeño en hacerlo bien, incluso exagero, o al menos me esfuerzo más que lo que suelen hacerlo la mayoría de los maestros en mi posición. Pero es algo que simplemente llegó a mi vida.
La historia es masomenos así; en algún momento de la educación de escuela en casa de mi hijo se volvió imperioso que aprendiera inglés, ya que sólo con un currículo gringo podía certificar años escolares de primaria antes de cumplir 10 años. Así que sin método ni estrategia le enseñé inglés al hablarle en ese idioma en nuestra vida cotidiana. De pronto él hablaba y leía inglés muy bien. Entonces una amiga me pidió que le enseñara a sus hijas, así que empecé a darles clases y luego tomé un curso para ser maestra de inglés para primaria. Luego más personas me pidieron que les enseñara, así que tomé otro curso para dar clases de inglés a adolescentes y adultos. Después otra amiga me pidió que le enseñara inglés a su bebé y a ella, así que creé un curso de inglés para bebés. Después me pidieron que diera clases se música para bebés, y me animé a hacerlo con mis limitados conocimientos con el apoyo de mi hijo, que empezó a trabajar a mi lado desde los once años. Me volvió a pasar que sentí la necesidad de mejorar mis conocimientos de música (como me había pasado con el inglés) para ser una mejor maestra. Luego pasó que mi hijo fue admitido a una licenciatura en música a pesar de tener sólo 12 años y no haber terminado la preparatoria, así que hice yo también el examen y con dificultad logré ingresar yo también a esa licenciatura, pero en la modalidad diplomado. Y luego pasó que llevé mis clases de música a la misma escuela donde estudio para poder pagar mi colegiatura, lo cual implicó aceptar un trato no tan ventajoso pero también crecer como maestra. Ahora tenemos 30 alumnos y probablemente lleguemos a 50 antes de que termine el año escolar. Nuestra clase es muy exitosa, en el sentido de que niños y mamás están contentos y se desarrollan muy bien, logrando increíbles cosas en la música y otras de sus habilidades.
Nos va bien, mi hijo es increíble maestro y alumno, yo soy una alumna de regular a mediocre, pero me esfuerzo, cuando puedo, dedico una gran cantidad de tiempo a ser mamá, ama de casa, a preparar mis clases, a dar clases y a asistir a clases. Dedico muy poco tiempo a estudiar, siempre es difícil. Estoy cansada y estresada. No estoy segura de que quiera ser maestra de música el resto de mi vida, en general me desagrada la idea de tener que hacer lo mismo por mucho tiempo, no logro acomodarme en esa idea de vida, en ese plano del desarrollo profesional.
Siento que no sé quien soy ni que quiero, estoy perdida, pero al menos estoy haciendo algo. A menudo pienso que debo de dejar de estudiar música porque me cuesta tanto, porque no tengo el don de todos los demás, porque estoy tan mayor. En general me siento estúpida en todas las clases, siempre resulta que todos saben hacer cosas o entienden fácilmente cosas con las que yo batallo terriblemente.
Sospecho que además de autismo tengo problemas de dislexia, pero nada de eso importa ni será tomado en cuenta por los maestros, según parece.
Las dificultades económicas aún son grandes, a menudo no me sale para los pasajes u otras cosas básicas como el recibo de la luz. Normalmente logro salir adelante con ingenio, creando nuevos cursos o vendiendo algún producto. Pero es difícil y desesperante, me tiene de malas e irritable. Me siento muy sola, sin apoyo real ni orejas disponibles, ya sea porque se han abierto brechas irreparables o porque mis gentes están muy ocupadas en sus propias vidas complicadas. Mejor no molestar. Tampoco hay tiempo nunca para encontrarse, todo es correr.
Me siento profundamente decepcionada conmigo misma todo el tiempo, considero que mi desempeño es malo, como madre, como hija, como alumna, incluso a veces como maestra. Temo acercarme a pedir ayuda porque a menudo recibo comentarios agresivos que sólo me hacen sentir peor. Prefiero protegerme aunque implique aislarme.
Pienso que todo esto tiene que ver con la marginación que se vive por ser mujer y, por supuesto, por la descomposición social y económica actual.
Nuestra vida hogareña es precaria, mil cosas no funcionan en mi casa y no las puedo arreglar. No rindo bien como ama de casa, cocinera, limpiadora.
Mis alumnos son increíbles y más mi hermoso hijo que también sufre por todas estas cosas que vivimos y mi mal humor y mal desempeño.
En fin, seguiré echándole ganitas, jajaja.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario