En la mañana corrimos ansiosos a ver, uno o dos pequeños brotecitos habían emergido, pero para la tarde ya eran más, es tan bonito y el Itzcóatl se clava con todo eso, le gusta, se emociona de subir a ver la plantas y las quiere regar, acariciar y esparcir el café encima, es una dulzura. Chequen la foto de la mañana y la de la tarde.
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