Llegamos muy tarde un sábado y nos dirigimos a los tacos que ya se hacen tradición.
*foto anterior Acompañados de mis queridos compadres, amigos del corazón (así como los demás que veríamos en días siguientes), que han estado especialmente pendientes de Itzcóatl, como buenos padrinos, aunque no en el sentido de velar por su educación religiosa, pero quizá sí espiritual, de amor, de cariño, de seguridad, de coo-ma-paternidad, haciéndole fuerte en su corazón desde que nació.
El domingo nos aventutamos a Coyo, tenía muchas ganas de ir al Bazar Fusión, y pasamos a comer a Las Lupitas, donde antaño desayunábamos como familia cuando teníamos otra vida, en México.
Muy saboroso todo y luego por fin pude hacerme de un par de vestiditos de Cítrico, como era mi intención, desde hace más de 3 años que vengo admirándolos.
También pasamos a ver al buen Flavio, querido también amigo del corazón.
Nos persiguió la lluvia y regresamos cansados pero felices.
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