Tras el evento de la Mamatón, donde muchas familias nos reunimos en un centro comercial de Costa Rica el 13 de enero de 2013 para defender la lactancia pública, luego de que este lugar tratara de obligar a al a menos 3 madres a usar la sala de lactancia para que no amamantarn en público, he estado varios días tratando de escribir mi historia de lactancia.
No ha sido fácil, a pesar de ser una defensora de la lactancia y haberme preparado como educadora en psicoprofilaxis perinatal, me fue difícil dar con fotografías mías de lactancia, y es que para mí el asunto tiene un dejo de tristeza y vergüenza.
Aunque tenía claro que la leche materna es el mejor alimento para el bebé cuando estaba embarazada, había muchas cosas que no sabía y, aún peor, no tenía fuentes adecuadas de información. No sabía en quien confiar, leía cosas en internet y seguía lo que el doctor me recomendaba.
Después vivimos un idílico romance de lactancia por al menos 6 meses. Aunque al nacer mi bebé era muy flaquito, de apenas 2500 gramos, pronto ganó mucho peso y tamaño, lo que lo hacía verse mayor.
(aquí tenía 7 meses)
Al mismo tiempo sus logros motrices mayores se veían retrasados de acuerdo a los esquemas establecidos, y aunque yo no quería sentirme mal ni preocuparme por eso, el ambiente que me rodeaba, aún el de las clasesitas para bebés, parecían un espacio de competencia y mi angustia crecía.
Empecé a recibir comentarios negativos acerca de su desarrollo y de lo prolongado de la lactancia, apenas a los 9 meses. Aunque nadie en la calle me veía feo por ello y yo amamantaba sin recato en cualquier lugar, incluso el transporte público, me hacían bromas e insinuaciones que me hacían sentir insegura.
Traté de acercarme a la Liga de la Leche, pero la persona a la que llamé me trató con impaciencia.
A sus cinco meses traté de darle papillas por primera vez, ignorante de los signos que mostraran que estuviera preparado y de que era demasiado pronto.
Cuando cumplió 7 meses empezamos a practicar el colecho, cosa que generó más malas opiniones. Pasaba del año sin dominar la caminada sin apoyo, por lo cual la pediatra y familiares empezaron a insinuar que su "retraso" podía deberse a lo tan prolongado de la lactancia.
También por esas épocas empecé yo a estudiar para educadora en psicoprofilaxis perinatal, lo dejaba en la guardería una semana al mes de 7 a 2:30. Era doloroso, pero yo quería aprender sobre eso y compartirlo con otras mujeres. Era un requisito de la guardería que llevara 4 biberones esterelizados cada día y latas de leche. Sin embargo mi hijo nunca aceptó este alimento, ni en biberón ni en gotero o cucharadas, intentaron envolver los biberones en blusas mía, al final sólo comía papillitas y agua, Cuando llegaba por él se pegaba al pecho de lo lindo, hasta una hora y ahí me quedaba yo, plácidamente en el reencuentro.
Por las noches aumentaba la demanda, lo que me hacía sentir un poco cansada, sin embargo nada sabía yo de las crisis de crecimiento, que sumadas a mi ansiedad pudieron haberla provocado.
Finalmente a los 15 meses (de edad de mi bebé) nuestra vida dió un vuelco, y mi chiquito empezó a pedir el pecho cada media hora por la noche y a llorar y patear (cosa que no había hecho nunca antes), porque no había tanta leche disponible.
Yo hice de tripas corazón y decidí quitarle el pecho de un sólo. No tenía mucha idea de cómo hacerlo. Pero me pareció que si lo iba a hacer mejor sería de un sólo, en lugar de gradual, no me parecía que pudiera hacer ese proceso gradual. Así que hablé con él y le dije lo que iba a pasar, le di una última vez, le dije que se despidiera de la chichi (así la llamamos) y ya.
Las siguientes veces que la pidió lo abrazaba pero sentado con su espalda hacia mi panza y le ofrecía leche Nido (si, tampoco sabía sobre los contras de Nestlé, esa fue la recomendación de leche me dieron). Después de tres días no volvió a pedirme el pecho y se tomaba su leche Nido en vasitos con popote, porque los beberitos nunca le gustaron y tampoco usamos nunca biberones. Después de tres meses dejé la leche en polvo y pasé a leche entera de vaca, orgánica casi siempre.
Por mi parte sólo me extraje la leche dos veces en una semana luego de parar de golpe y puede ser por eso que desde entonces siento fuertes dolores en los pechos a menudo, tampoco en eso conté con ninguna asesoría.
Casi un año más tarde mi pequeño empezó a asistir de manera regulara una escuelita, que aunque yo sabía que era muy agradable, a él le causaba alguna ansiedad, y solía pedir la chichi en el camino, yo se la daba, aunque no volvió a brotarme. El juego continuó por un tiempo en el que él se hacía bebé chiquito y pedía el pecho y yo se lo daba.
También por esas épocas empecé yo a estudiar para educadora en psicoprofilaxis perinatal, lo dejaba en la guardería una semana al mes de 7 a 2:30. Era doloroso, pero yo quería aprender sobre eso y compartirlo con otras mujeres. Era un requisito de la guardería que llevara 4 biberones esterelizados cada día y latas de leche. Sin embargo mi hijo nunca aceptó este alimento, ni en biberón ni en gotero o cucharadas, intentaron envolver los biberones en blusas mía, al final sólo comía papillitas y agua, Cuando llegaba por él se pegaba al pecho de lo lindo, hasta una hora y ahí me quedaba yo, plácidamente en el reencuentro.
Por las noches aumentaba la demanda, lo que me hacía sentir un poco cansada, sin embargo nada sabía yo de las crisis de crecimiento, que sumadas a mi ansiedad pudieron haberla provocado.
Finalmente a los 15 meses (de edad de mi bebé) nuestra vida dió un vuelco, y mi chiquito empezó a pedir el pecho cada media hora por la noche y a llorar y patear (cosa que no había hecho nunca antes), porque no había tanta leche disponible.
Yo hice de tripas corazón y decidí quitarle el pecho de un sólo. No tenía mucha idea de cómo hacerlo. Pero me pareció que si lo iba a hacer mejor sería de un sólo, en lugar de gradual, no me parecía que pudiera hacer ese proceso gradual. Así que hablé con él y le dije lo que iba a pasar, le di una última vez, le dije que se despidiera de la chichi (así la llamamos) y ya.
Las siguientes veces que la pidió lo abrazaba pero sentado con su espalda hacia mi panza y le ofrecía leche Nido (si, tampoco sabía sobre los contras de Nestlé, esa fue la recomendación de leche me dieron). Después de tres días no volvió a pedirme el pecho y se tomaba su leche Nido en vasitos con popote, porque los beberitos nunca le gustaron y tampoco usamos nunca biberones. Después de tres meses dejé la leche en polvo y pasé a leche entera de vaca, orgánica casi siempre.
Por mi parte sólo me extraje la leche dos veces en una semana luego de parar de golpe y puede ser por eso que desde entonces siento fuertes dolores en los pechos a menudo, tampoco en eso conté con ninguna asesoría.
Casi un año más tarde mi pequeño empezó a asistir de manera regulara una escuelita, que aunque yo sabía que era muy agradable, a él le causaba alguna ansiedad, y solía pedir la chichi en el camino, yo se la daba, aunque no volvió a brotarme. El juego continuó por un tiempo en el que él se hacía bebé chiquito y pedía el pecho y yo se lo daba.
Todo esto me resulta triste, es un duelo. Quisiera haber continuado la lactancia por más tiempo y ofrecer más salud a mi pequeño así como extender la relación de amor que se formaba con ese acto, me hubiera gustado que el destete fuera más natural y que yo no tuviera tanta presión y preocupación acerca de su desarrollo. Pero al menos le ofrecí mi pecho por 15 meses y recibió las bondades de la lactancia.
Por esto es tan importante defender este derecho de las mujeres y de los niños. Porque hacer sentir mal a un madre al respecto puede desalentar y hasta provocar la interrumpción de este proceso,y es mucho lo que se pierde.
Por eso yo tambíen, soy lactivista.
2 comentarios:
Gracias por compartir tu experiencia, sigo varias de tus publicaciones que me parecen muy interesantes e ilustrativas.
Yo no soy mamá -aún-, pero tengo la ilusión de serlo algún día, y he leído muchas cosas sobre las ventajas de la lactancia materna, el colecho, la educación en casa, el uso de pañales de tela, en fin, muchas cosas que me resultan novedosas y me sorprenden.
Me quedo con muchas cosas para pensar sobre lo que me gustaría ofrecer a mis hijos si algún día los tengo gracias a mamás como tú que se animan a compartir sus experiencias y enseñanzas.
Saludos!!!
Siempre nos arrepentiremos de lo que no logramos hacer como hubiéramos querido, pero creo que lo hemos intentado y que han sido buenas cosas. Siéntete segura de que hiciste lo mejor y que el tiempo que pudiste darle pecho fue valiosísimo y que será un acto de amor que perdurará para siempre.
Abrazos!
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