Cuando mi hijo nació yo era feliz.
Fui feliz por un buen rato, digamos 13 meses.
Después la chispa se apagó, y yo me volví bastante mala madre, aún con todo lo bueno que he compartido con ustedes aquí en ese tiempo.
Durante la primera etapa yo estaba totalmente centrada en mi hijo, no hacía otra cosa que atender sus necesidades cuando estuviera despierto, esto no me pesaba de ninguna manera, lo disfrutaba, hacía un esfuerzo por ni siquiera atender labores del hogar (más que cuando dormía), y mi sensación era todo el tiempo la de qué fácil es tener un hijo, si les prestas atención comprenderás lo que necesitan, y si confías en tu instinto y en que él sabe siempre lo que es mejor para él, no tendrás ninguna dificultad.
Cuando Itzcóatl tenía dos meses tomé la difícil pero importante desición de dejar el trabajo que tenía, porque en ese momento en que estaba muy sensible a todo, noté cómo eso modficaba mi actitud hacia él, y me ponía enojada, irritable y simplemente aparté de mi entorno las cosas que me hacían daño de ese modo.
Claro que tenía dificultades que no estaban relacionadas con la crianza, casi no tenía dinero para nada, afortunadamente para comida y renta si, pero para todo lo demás no, con costos pagaba los servicios básicos y pasaban semanas sin tener para un pesero o boletos del metro. También estaba un poco gorda y eso me hacía sentir muy mal.
Pero estaba tranquila y contenta, en paz y sin angustia y cuando las cosas se ponían difíciles tenía una red de apoyo en mi verdadera familia: mis amigos de infancia y universidad, que siempre estaban ahí para mí y tambíen de alguna manera las cosas se resolvían solas, a veces como por arte de magia.
Comía muy sano, caminaba bastante y dormía mucho.
Luego nuestra vida cambió.
Nos tuvimos que mudar de la vecindad en que vivíamos al departamento en el que yo viví de 88 a 95 con mi madre y su segundo esposo, para no pagar renta y así yo poder estudiar para Educadora en Psicoprofilaxis Perinatal y dejamos la lactancia de sopetón.
Poco a poco empecé a estar más enojada, empecé a trabajar más, dormir menos, y me fui volviendo agresiva con mi hijo, cada vez más, porque es un ciclo en que conforme te permites más, vas corriendo el límite de lo que nunca harías cada vez más lejos y un día te encuentras dándole nalgadas a tu hijo y educándolo con culpa, como yo me encontré.
En algún momento comprendí que no bastaba sentirme culpable pero que tenía que emprender el camino de regreso al nunca le diré tal cual, nunca lo agrediré, si le explico comprenderá. Pero tener la certeza de que hay que llevar algo a cabo no te señala el camino para hacerlo.
Conforme la culpa crecía más crecían mis acciones o palabras de enojo, porque tenía la sensación de que ya lo había echado a perder todo, y estaba del lado de las malas madres y ya nada me podía sacar, porque ya no tenía el currículo limpio. Es una idea contaminante que existe no sólo en mi cabeza. Me parece que un buen ejemplo son las calificaciones escolares. De alguna manera cuando inicias un curso, la primera hora de la primera clase tienes un diez, y sólo tienes que mantenerlo intacto, porque si cometes un error irás perdiendo poco a poco pedacitos hasta que acabes con una nota menor. Pero luego cometes un error; llegas tarde, no presentas una trabajo, te vas al cine en lugar de estudiar más para el exámen, y entonces se apodera de nosotros primero el pánico y luego la rabia disfrazada de indeferencia, y entonces como o eres un ganador o un perdedor sin posibildad de intermedios, entonces: ya que, ya para qué, ya lo arruinaste todo así que para que esforzarse, y entonces una pequeña falla empeieza a crecer hasta que se convirte en una materia reprobada que sirve para machacarte toda la vida, lo malo, flojo, lo etc. que eres.
Y algo similar pasa con los hijos, o así lo percibo yo.
Así que hoy, luego de ir a dejar a mi una amiga que está de visita por acá a la terminal de autobuses nos fuimos a comer, luego a la librería, luego a echar carreritas, luego por un café y ahí nos dedicamos a colorear, luego de vuelta a la librería un gran rato, luego a unos mandados, luego a la casa, luego más colorear, luego a trabajar en nuestra semana llenándola de actividades, luego a trabajar en nuestros meses, luego cenar, luego bañarnos, luego a cazar una cucaracha.
Este pudo haber sido el diario de cualquier otro día, aunque en éste en particular hay un despliegue de energía de mi parte, poco usual en los últimos tiempos (cansada, desvelada, esteresada por el trabajo y el dinero, con dolor crónico, medio depremida), y sin embargo fue diferente, porque vamos poco a poco encontrando el balance y pude escucharlo y él a mí, y nos entendimos y todo está mejor, y aunque me da miedo decirlo creo que por fin estoy de regreso, es tan fácil ser padre, si tan sólo tienes tiempo y calma para confiar en tu hijo, sí vienen con instrucctivo debajo del brazo, nos dicen a cada momento cómo seguir, nos perdonan como quizá nosotros no sabemos hacerlo con los demás, y nos aman incondicionalmente como nosotros a ellos, y debemos hacérselo saber todos los días.
6 comentarios:
Chili, gracias por compartir tus experiencias y estos pensamientos tan profundos. Creo que todas las mamás nos sentimos vulnerables y equivocadas y malas madres alguna vez, creo que nos cuesta hacer clic casi siempre y también pienso que, como dices, los chiquitos sí tienen manual de instrucciones... lo que pasa es que los tiempos en los que vivimos nos han alejado (y en otras cosas nos han acercado... qué contradicción) del lenguaje que nos permite comprender. No gratuitamente crecemos a su lado, ellos como hijos y nosotros como papás. Tú, sin duda, no has desfallecido y has ganado cada día más. ¡Qué buen día has tenido! Me apunto a intentarlo diariamente.
Un abrazo,
A.
Hola, muy acertada tú entrada y la comparto al igual que la opinión de Azulitoclaro, todas hemos pasado por ello, y a aveces hay tanta información que nos confunde y nos hace perder el norte, nos hace sentir malas madres, cuándo todas queremos hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos, así que ánimo cada día los nenes nos sorprenden con su amor incondicional, e infinito, la mágia está en dejarnos encantar...
Te abrazo...Muchas gracias compartir tus sentires, por poner en palabras emociones y sentimientos tan profundos, validos e importantes...
Saludos cariñosos desde Colombia.
Chili, seguramente tu blog es un medio de catarsis, yo el mío lo veo así, como un lugar donde puedo escribir mis reflexiones, mis dudas, miedos, emociones, culpas, errores, etc.
Creo que sincerarse es algo muy valiente, decirte a tí misma tus sentimientos profundos de madre, nunca mala madre, te hace ver que eres simplemente madre humana y que los errores que puedas cometer los enmiendas y eso es muy valioso. Y que además, que lo podamos leer otras mamás es invaluable, de verdad...
Sigue adelante, valiente, sincera, humana...
Abrazos
Yo temo mucho ser histérica con las hijas e hijos que no tengo, zarandearl@s, aventarl@s e insultarl@s. Creo que lo voy a hacer y ni modo, no se puede estar con culpas y una hace lo mejor que puede y sabe y quiere, ni modo, ya irán a terapia l@s hij@s de grandes jajajajaja
Besos histéricos
Gracias a todas por sus comentarios y alientos.
Chili, yo también opino que una vez más demuestras tu valentía al compartir esta entrada.No cualquiera admite sus errores y culpas com omadre, errores que todoslos padres cometen por lo demás, pero que muy pocos reconocen y tratan de corregir.
Yo también tengo mucho miedo desde ahorita (y eso que todavía no está en mis planes inmediatos ser madre) de ser mala madre, de golpear y zarandear y mirar con odio y perder la paciencia. Pero trato de poner atención a mí misma, de aprender de los demás. Trato de esforzarme en estar bien, porque la apatía y la depresión me invaden mucho, porque supongo que si uno está mal no podremos ofrecer nada bueno a los demás. En la mayoría de los casos el problema y/o la solución está en nosotros mismos y no en los demás. Me alegr o mucho de que te sientas de nuevo en armonía con tu hijo, Chili, te mando muchos abrazos.
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